viernes, 10 de diciembre de 2010

Cárceles

Reconoce Piñera, presidente de Chile, que las cárceles chilenas son inhumanas.
Todas las cárceles son inhumanas.
Recuerdo haber leído hace meses un artículo en el que el periodista se preguntaba por cuáles de las prácticas actuales avergonzarán a las futuras generaciones, de igual forma que ahora nos avergüenza la esclavitud, que fue vista como algo normal y hasta necesario durante siglos, y una de las que citaba era el sistema carcelario.
Es probable que en el próximo siglo las gentes se pregunten como se mantenía con tanta naturalidad un sistema tan inhumano y tan injusto.
Es inhumano tener a personas encerradas durante años, en la mayoría de los casos por delitos relacionados con tráfico de drogas, o con robos.
Se trata en general de pequeños traficantes, que obtienen con su trapicheo poco más de lo que necesitan para su propio consumo y para subsistir, o de pequeños delincuentes. Por ejemplo, nos cuentan que uno de los presos chilenos llevaba 20 días preso por vender películas pirata. Mientras, se nos informa que la corrupción aumenta en todo el mundo. Roban  pobres y  ricos, unos te quitan la cartera, y otros cobran comisiones ilegales. Sin embargo nos indignamos si nos roban 20 euros de la cartera (si, ya se que fastidia mucho tener que anular todas las tarjetas, y solicitar otro DNI y otro carnet de conducir), pero cuando un político se ha embolsado miles le volvemos a votar alegremente.
En la mayoría de los países las condiciones son aún peores de las de las cárceles chilenas: presos hacinados, poca y mala comida, suciedad,falta de atención médica... Y seguirá siendo así, porque mantener un preso en condiciones dignas es carísimo, y los países pobres no sólo no pueden hacer frente a ese gasto, además, no está entre sus prioridades invertir en buenas condiciones de vida para los presos.
En España puede que las condiciones de vida de los reclusos sean mejores, pero siguen dejando que desear. Los sucesivos endurecimientos del Código Penal han llenado las cárceles, que están saturadas. 
Se ha resaltado muchas veces la paradoja de que España sea uno de los países con menos delincuencia y sin embargo tenga más presos que el resto de países europeos.
España tiene menor tasa de criminalidad que la media de los países europeos y el porcentaje de personas presas más alto de Europa -164 por cada 100.000 habitantes-.Pero aunque las cárceles fueran lugares donde se pudiera vivir aceptablemente bien, tener a una persona encerrada, lejos de su familia, obligada a convivir con quienes posiblemente no desea, vigilado constantemente, no es un trato humano. 
Y además, tiene dos inconvenientes de tipo práctico: cuesta mucho dinero, y no aumenta la seguridad. La cárcel, salvo excepciones, no rehabilita al delincuente.
En su mayoría son personas que entran y salen de la cárcel varias veces. a  veces muchas, a lo largo de su vida. Cuando salen, siguen delinquiendo, y a veces también dentro, donde el tráfico de drogas es tan floreciente como en la calle. 
Es decir, es un sistema inútil y caro.
¿No podríamos empezar ya a pensar en otra forma de represión de la delincuencia? ¿No hay otros castigos alternativos al encierro?
Sería más práctico ofrecer a los condenados la alternativa de un trabajo para la comunidad, por ejemplo, o la obligación de asistir a un centro educativo o de formación laboral, o simplemente obligarlos a un control diario, pasando por comisaría o por un centro creado para ello, o ambas cosas.
Se ha hablado mucho de penas alternativas a prisión  pero lo cierto es que se dan rara vez, posiblemente porque la ley da esa posibilidad a los jueces, pero no se ha previsto cuales debían ser esas penas alternativas, dónde se realizarían...

Una iniciativa interesante es la plataforma Otro derecho penal es posible:

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